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[Serie de Relatos] El joven pastor

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Mensaje por Váyron Jue Feb 25, 2016 2:16 pm

1. Una juventud perdida

El Sol ya estaba escondiéndose en el horizonte del reino de Ventormenta cuando las cabras empezaban a descender por el viejo camino de tierra que conducía a un pequeño claro rodeado de robustos robles que ademas de poseer una pequeña laguna con el agua totalmente transparente y llena de vida, tenia una cabaña de madera con un corral preparado para los animales, al lado de un alto risco desde donde se podía contemplar la gran inmensidad del bosque de Elwynn con sus fortalezas y aldeas sobresaliendo y creciendo entre los arboles.

[Serie de Relatos] El joven pastor 10mtxcm

Un joven pastor conducía el rebaño gritando a las cabras ayudado por un perro guardián, y como siempre, estas se detuvieron al lado de la laguna para poder beber antes de reunirse dentro del corral para dormir. El muchacho, que no superaría los veinte años se despojó de sus humildes ropas hechas con cuero y pieles, cuidándose más del frío que de la moda, y se adentro en el agua para limpiarse toda la suciedad y el barro acumulado en varios días.

Al sacar la cabeza del agua y tras abrir los ojos descubrió cómo una mirada conocida lo contemplaba sentada desde la orilla, tenia entre sus manos los pantalones de cuero del pastor, y una gran sonrisa asomaba entre sus largos cabellos negros como el ala de un cuervo. Inmediatamente comenzó la carrera a través de los robles, el pastor corría desnudo por el bosque virgen, por aquellos sitios por los que nunca se ha trazado un camino o se ha construido una atalaya. Corrían entre carcajadas por los matorrales y una vez que el pastor consiguió atraparla, rodaron entre la hierba y se quedaron juntos tirados y unidos en la hierba hasta que ya prácticamente no se veía nada debido a la oscuridad de la noche y fue entonces cuando ambos volvieron a vestirse y juntos reanudaron la marcha hacia a la cabaña del risco.
El muchacho por su parte se aseguró de que su rebaño entraba en corral ante la mirada atenta de la chica de los cabellos de ébano que tenia a su alrededor una de las pieles del pastor que la resguardaban de la brisa nocturna del verano. Después de prenderle fuego a una antorcha bajaron por el camino de tierra que descendía por el risco de la montaña.

-Sabes que dentro de unos años tanto la cabaña, la tierra y los animales serán tuyos, el viejo Caster no tiene hijos y tu eres el único que puede ocuparse de sus tierras.-dijo la muchacha mirándolo con ojos esperanzados.

-Y ambos sabemos que aunque eso pase y sea el granjero más rico de la comarca, tu padre no dejará que nos ca...-antes de que pudiera terminar su frase, la joven golpeo el pecho del pastor indicándole que se callase para luego señalarle el camino principal que conducía a la vieja fortaleza que los condes de Montenor habían dejado en deshuso tiempo atrás. Ambos contemplaron como una comitiva de jinetes armados y soldados se dirigían hacia el castillo. Lograron ver los estandartes que portaban gracias a las antorchas y faroles que portaban en su comitiva, leones dorados rampantes sobre un fondo pardo.  

-Quería hablarte de esto...padre me ha hablado de que el Conde Rembrand tiene un nuevo vasallo y le ha dado la regencia de estas tierras, Váyron, quizás esta sea tu oportunidad. He oído hablar a mis hermanos de la Casa Landcaster, ha caído en desgracia, pero antaño fue inmensamente rica...y tú podrías ser parte de eso.-le explicó la muchacha al joven pastor.

-¿Mi oportunidad? ¿Crees que yo tengo algo que hacer en un castillo? Apenas sé leer en condiciones y no entiendo una mierda de protocolo. Me echarían en cuanto me vieran comer Eileen.-la muchacha no pudo evitar reír debido al comentario de su amante, pero este tenia una mueca en la boca y fruncía el ceño mientras observaba la comitiva de soldados, pensativo.

-La primera vez que protegiste tu rebaño del ataque de los lobos tenias trece años, y lo recuerdo como si fuera ayer. Si pudiste defendernos de aquellos tres lobos hambrientos tan solo con un palo largo de madera creo que ahora que eres un hombre puedes demostrar mucho más, Cáster te ha enseñado todo lo que necesita saber un soldado.-Eileen tenia al pastor agarrado suavemente de las pieles del pecho con una mano y con la otra jugueteaba con sus largos mechones castaños.-Además...así te tendré cerca de mí.-Váyron sonrió de medio lado y siguió mirando a los soldados que se desvanecían entre los arboles rumbo a la fortaleza.

-Primero debo dejarte en el torreón de vuestro padre, si seguimos retrasandonos pedirá mis bolas para adornar su chimenea, si quiero seguir conservándolas...y tú también deberías hacer lo posible para protegerlas.-la muchacha se separó inmediatamente de Váyron para golpearle en un hombro en un gesto de irónico cariño. Juntos, se dirigieron abrazados y con la luz que les proveía la antorcha siguieron por el camino de tierra bajando el gran risco del bosque. No tardaron más de quince minutos en llegar hasta un claro donde se erigía una ancha torre de piedra construida en los primeros tiempos del reino de Ventormenta, hogar de la familia Aliamaré y de Eileen, que resultaba ser la hija mayor de Sir David, un viejo hidalgo padre de tres varones y dos hembras.

Ese era el principal motivo por el que estos dos jóvenes tenían que verse a escondidas en las profundidades del bosque del  Condado de Montenor, un simple cabrero jamás podría tocar a la puerta del castillo de un Señor y pedir la mano de su hija sin que este le ampute la mano primero y luego lo mande al exilio. Y aun así, desde que eran niños, Váyron y Eileen disfrutaron de la compañía que uno le brindaba al otro día tras día y noche tras noche, aventurándose en el bosque y visitando las aldeas más cercanas, donde tenían a sus amigos y la gente que les quería. Aunque Eileen tuviera que mantener un secreto y buscar continuas escusas, podían disfrutar de su juventud y meterse en los típicos problemas que buscan los muchachos de su edad. Váyron no solo había combatido con lobos, si no que también había demostrado su pericia con los puños en peleas clandestinas montadas en el sótano de la taberna de Villadorada, donde de vez en cuando se ganaba unas monedas derribando a su oponente. Aunque también perdía, y su nariz demuestra que se la han partido en un par de ocasiones.

Eileen se lo permitía, sabia que el pastor debía poner en practica lo que el guardabosques que lo había adoptado le había enseñado en sus entrenamientos. Le disgustaba verlo sangrar cuando perdía y siempre se preocupaba profundamente antes de un combate, pero, aunque jamás se lo admitiría a nadie, había algo que le gustaba al ver combatir y ganar el hombre al que amaba. De una forma u otra sabia que Váyron debería empuñar una espada en vez de un bastón de pastor.
Los dos jóvenes enamorados se encontraban profesándose su mutuo amor al amparo de la Luna, con el torreón de Aliamaré de fondo, cuando el trote de un caballo rompió la armonía del lugar.

-¡Eileen! ¡Separate ahora mismo de ese bastardo!-gritó el jinete que se acercaba a toda velocidad. La muchacha hizo caso y se apartó, pero el caballo no cesó en su carrera y con un puntapié bien dirigido del jinete, este derribo al suelo a Váyron, que tuvo que abandonar su instinto de agarrar su bastón de madera para defenderse.-¡La próxima que vuelvas a acercarte a mi hija o a mis tierras juro por la Luz que te tendré colgando boca abajo desde las almenas de mi torreón hasta que mueras, mocoso insolente! ¡Monta ahora mismo, muchacha!-ordenó Sir David con el rostro encogido por la ira.

Eileen obedeció en silencio y subió en el caballo de su padre mientras miraba con sus ojos azules llenos de lagrimas al pastor postrado en el suelo. Váyron contempló como se alejaban con una mirada de rabia e impotencia por lo ocurrido, se encontraba tirado en la hierba sin una sola oportunidad de mantener la decencia. El tan sólo era un vulgar cabrero y Sir David podía desterrarlo fácilmente, o en la peor de los casos, cumplir su amenaza.
Escupió a un lado y se levantó, sacudiéndose la suciedad de su ropa. Tomó las pieles que hasta hace bien poco tenia abrigada a Eileen y su bastón de madera y volvió por donde había venido con tan solo la luz de la Luna mostrandole el camino. La antorcha quedó en el mismo sitio donde había sido derribado.

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Cuando abrió la puerta de la cabaña de madera a lo alto de las montañas de Elwynn, el lugar que llamaba hogar, se encontró con la típica estampa de cada noche. El viejo guardabosques, Borg Cáster, se encontraba tallando una pieza de madera con un cuchillo de lo que parecía un oso. Una pieza mas para la inmensa colección que tenia sobre la chimenea, que desprendía calor y luz en el interior de la cabaña, el interior del lugar era acogedor y familiar.

-Me marcho al alba Cáster. Vas a tener que buscarte a otro chaval para que cuide de tus cabras, voy a unirme a los soldados del nuevo señor del feudo.-dijo cortante y malhumorado mientras dejaba sus cosas en el rincón donde dormía. El anciano guardabosques rió por lo bajo sentado en su gran sillón, acompañado por un gran gato obeso que siempre dormía en el regazo de este.
-¿Acaso te gustan más las cabras de ese noble? ¿Huelen mejor?-respondió entre risas el viejo Cáster.

-No, no pienso pastorear nunca más. Sé luchar y quiero ganarme un maldito nombre. Sé que valgo más que para esto, viejo. Tú sabes mejor que nadie que me he preparado desde que era un crio para esto, y no es que me vaya a ir al frente a combatir contra la Horda.-dijo Váyron con el ceño fruncido y decidido en su intento.

-En eso tienes razón, y en vez de combatir contra los orcos vas a ir a servir y a limpiarle el culo a cualquier noble de pacotilla. Créeme muchacho, los Montenor están malditos y Elwynn se va al desastre. Si quieres irte, vete, pero vete lejos.-el obeso gato ronroneaba sobre Cáster, ajeno completamente a la conversación. Váyron se sentó en una silla de madera mucho más pequeña que la del guardabosques, situándose frente a este.

-Me has enseñado a manejar la lanza y la espada, ¿que mejor sitio para empezar que aquí mismo? Y tampoco quiero alejarme de Eileen...

-Ah...con que es eso...y por eso tienes esa magulladura en la mandíbula. ¿Sir David a vuelto a pillaros juntos eh?-Cáster dejo una pausa mientras suspiraba profundamente.-Así que quieres ganar fama y dinero para tener la posibilidad de cortejar formalmente a su hija, aunque extraoficialmente ya estén todos los asuntos resueltos...Ni aunque consiguieras ser capitán de la guardia te consentiría desposar a su querida niñita, es su ojito derecho, el mismo que te dejó a ti morado la primera vez que te vio con ella.-Váyron escupió de mala gana hacia el fuego de la chimenea y bebió profundamente de una jarra de madera que contenía una cerveza rural especialmente intensa.

-¡Si que lo consentirá!-el repentino grito de Váyron asustó al gato, que salio corriendo con dificultad hacia su guarida conformada por varias mantas amontonadas.-¡Llevo pensando en ello todo el camino de vuelta, viejo! No puede negarse a que pretenda la mano de su hija si consiguiera un título y renombre en el reino. El único problema es que soy un maldito cabrero.

-Sí, exacto, ¿y te crees que meten todos los días a cabreros a servir en la guardia personal de un señor feudal? Sigues viviendo en los cuentos e historias de batallas que te enseñaba de pequeño. Deberías olvidarte ya de todo esto y descansar para madrugar mañana, las cabras seguirán necesitando a su pastor.

-Pero...

-Pero nada, Váyron, aquí es donde estas seguro y donde tienes tu vida. Si con Eileen no puede ser, te aseguro que podrá ser con cualquier otra campesina guapa de la comarca.-el chico se levantó aún de peor humor y no siguió discutiendo. Se fue directamente a su lecho, pero esa noche no durmió. Esperó hasta que el viejo Cáster se terminase su botella nocturna de licor como cada noche y se levantó poco a poco. Recogió en silencio sus cosas y se armó de valor para hacer lo que nunca creyó que llegaría a hacer. Abrió lentamente el viejo cofre del guardabosques y tomó su vieja espada envainada desde hacia décadas. Antes de irse, comido por los remordimientos de dejar atrás al que había su padre, se digno a dejar una carta expresándose de nuevo, libremente y sin dejar oportunidad a replicas. Volvió a decirle sus deseos de ser alguien en la vida y de luchar para conseguirlo, que mantendría firme su honor y que su única meta era poder llegar a vivir con la persona que amaba, y que el único camino que podía llevarlo hasta la gloria era la espada, como habían logrado otros tantos desconocidos anteriores a el.
Con las primeras luces de la mañana, un joven pastor ataviado con una mochila de cuero con sus pocas pertenencias, una espada en el cinto y una firme convicción en lograr todos y cada uno de los juramentos que se había hecho a sí mismo, caminaba por los caminos de tierra de Elwynn que conducían hasta Fortaleza Sur, el renombrado castillo ahora en posesión de la Casa Landcaster.

La edificación estaba siendo restaurada desde varios meses atrás, desde la llegada del nuevo señor, y ahora podían verse sus estandartes con sus colores coronando el castillo, a sus soldados patrullando y a los aldeanos y comerciantes caminando de un sitio para otro.
Váyron continuó caminando por el sendero de piedra, observándolo todo a su alrededor y una vez hubo llegado hasta el gran portón de la Fortaleza, tuvo que detenerse. Primero para contemplar la inmensidad de la entrada, y segundo debido a un gran caballero veterano que bloqueaba el camino hacia el interior. El pastor se dispuso a hablar, pero el caballero levantó la mano interrumpiéndole y tomando primero la palabra, ante la mirada desconcertada del joven.

-¿Qué es lo que deseáis, campesino?-dijo el caballero desde el interior de su yelmo, haciendo que su voz resonase y fuese aún más aterradora. De su hombrera derecha sobresalía la empuñadura de un gran mandoble.

-El Conde no recibe visitas sin haber recibido una carta previamente.-replicó el caballero, que portaba en su tabardo los colores Landcaster. Aún así, el pastor no cesó en su empeño.

-Necesito unirme a la guardia del Conde, por favor Sir, esperaré lo que haga falta hasta que vuestro Señor tenga tiempo de recibirme. Pero no me moveré de la Fortaleza hasta que no consiga una audiencia, sire.-Váyron mantuvo un tono sereno en todo momento y recordó como tenia que hablarle a un caballero, en las lecciones impuestas por Eileen.

El hombre armado que se encontraba frente a el lo miro de arriba a abajo y por un momento olvidó que se trataba de un aldeano y solo vio a un joven aguerrido con buenos brazos que podría servir bien como soldado.

-Escúchame chico, te quedarás aquí sentado hasta que te vengan a llamar, si es que vienen.-el caballero se giro para adentrarse en el interior del castillo. Pocos minutos después volvio a salir y continuó su guardia. Las horas pasaron lentamente, y Váyron se encontraba comiéndose una porción de queso con algo de pan, sentado en el suelo mientras esperaba cuando un hombre con los cabellos dorados recogidos en una coleta le hizo un gesto al pastor para que se adentrase en el castillo. Este dejo de comer y guardo todas sus cosas en su mochila de cuero para llegar a toda prisa a la posición del soldado, que ya estaba atravesando un salón donde había numerosas mesas para disfrutar de la comida, todo adornado con los colores Landcaster. Subieron unas escaleras de madera que llevaban hasta el segundo piso de la Fortaleza, y tras varios pasillos y esquinas, llegaron al salón principal. Era una gran habitación adornada con tapices y estandartes de los mismos colores que aparecían por todo el lugar. Al fondo se encontraba un hombre con la tez seria, serena y carente de sentimientos a primera vista. Vestía completamente al contrario que Váyron, ya que portaba lujosos ropajes y todos sus dedos asomaban anillos con distintas joyas. Miraba inquisitivamente al pastor a medida que este se acercaba. Una vez llegado a una posición adecuada se arrodilló, inclinando la cabeza. El señor de la fortaleza hizo un gesto con la mano indicándole que se levantase y asintió con la cabeza, dando lugar a que el joven hablase.

-Mi señor, pongo a vuestra disposicion mi espada y mi honor. Pido humildemente un hueco en las filas de vuestra guardia.-explico Váyron con cautela.

-Dime muchacho, ¿cual era vuestro oficio antes de entrar en mi castillo?-preguntó con firmeza Lord Adkins.

-Pastor mi señor.-respondió el joven.-Pero sé luchar y puedo leer a medias.

-Vaya, un cabrero que sabe leer y pelear, eso si que es interesante. Te daré la oportunidad de probarte muchacho. Sir Lewyn, llevadlo afuera y que Sir Rodrik lo ponga a prueba.-dijo mientras miraba a su sobrino, este asintió firme y el lord volvió a dirigirse hacia Váyron.-Coge un escudo de mi armería y hazlo lo mejor que puedas, si lo logras me servirás como recluta de la Guardia Dorada, pero si no lo logras, volverás a tus cabras y no volverás a empuñar nunca más una espada.-dictaminó con severidad el señor. Váyron tragó saliva e hizo una reverencia ante Lord Adkins, que asintió con la cabeza antes de volverse hacia la gran mesa que presidia el salón. El joven por su parte volvió a acompañar a Sir Lewyn hacia la armería, donde Váyron pudo recoger un escudo de madera con remaches de acero para poder defenderse mejor de los ataques del caballero; tenia suerte de que el viejo Cáster le enseñase a luchar exactamente como iba ahora equipado, con una espada y un escudo. Pero en su lucha, el escudo en sí mismo es un arma, y el pastor sabia perfectamente como debía usarlo.
Para su desgracia y como el temía, Sir Rodrik era el inmenso guardia que estaba apostado en las puertas de Fortaleza Sur.

-Sir Rodrik, id al patio y probad las habilidades de este aspirante. Veremos si merece un puesto en la guardia.-exclamo con cierto humor el comandante de los soldados. El caballero juramentado hizo una breve reverencia e hizo una señal a Váyron para que le acompañase. Así pues, los tres hombres se dirigieron donde solían tener lugar los encuentros individuales entre los soldados de la fortaleza.
Váyron se deshizo de su mochila y empuño su espada, se aferro a la tierra poniendo un pie delante y el otro atrás y colocó el escudo delante suya, dejando la suficiente visión para ver los planes de su oponente. Por su parte, Sir Rodrik ya tenia entre sus manos su arma predilecta, un mandoble de acero con una hoja resplandeciente y bien cuidada.

[img][Serie de Relatos] El joven pastor 2u44uo9[/img]

-¡Empezad!-gritó Sir Lewyn. Y fue en ese mismo instante cuando Sir Rodrik se aventajó y lanzó con fuerza un golpe descendiente hacia el escudo de Váyron, con intención de desestabilizarlo y agotarlo. Había subestimado al pastor, que resistió con firmeza el ataque del caballero y golpeo inmediatamente la rodilla que había dejado al descubierto con la hoja plana de su espada, que si hizo temblar al sorprendido caballero. Este propinó con guantelazo dirigido a la mandíbula del pastor, que no pudo hacer nada para esquivar el ataque y dio unos pasos hacia atrás algo aturdido. No cesó en su empeño y agitó la cabeza, malhumorado. Cargó contra Sir Rodrik con su escudo por delante y aunque el caballero intento esquivar el golpe, Váyron alcanzó el pecho de su oponente con contundencia, que hizo que cayera hacia atrás y rodase un par de veces por el suelo debido al peso de su armadura.

Sir Lewyn alzo las manos y dio varias palmadas, anunciando el final del combate. Se dirigió a Váyron mientras Si Rodrik recobraba la compostura y le puso una mano en el hombro con total confianza.

-Si que sabes luchar, no es nada fácil derribar a un caballero como Sir Rodrik...aunque te queda mucho por aprender pero...ahora formas parte de la Guardia Dorada, felicidades...-hizo una pausa mientras contemplaba al pastor sin nombre.

-Váyron, pastor de cabras de Elwynn.
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Mensaje por Váyron Jue Feb 25, 2016 7:53 pm

2.-Váyron, el recluta

Los días iban pasando y en el feudo había mucho que hacer. Prácticamente todos los días salían partidas de cacería o de la Guardia Dorada para peinar la zona y asegurarla de bandidos, gnolls, o cualquier criatura que atentase contra la paz del territorio. Váyron por su parte, era tratado por lo que era, el nuevo.

Así que su trabajo consistía en afilar y cuidar las armas de los guardias. Ayudaba a la hora de pelar patatas y ya cuando era casi de noche, debía entrenar y hacer las horas de patrulla tanto en las puertas como en las murallas de la Fortaleza Sur. El joven pastor se había imaginado que su llegada seria tal y como había sido, puesta a prueba y en duda constantemente. Algunos de los guardias incluso se aprovecho de la situación de Váyron para pedirle recados menores para hacerle aun la estancia más pesada, pero sabia que tenia que aguantar durante un tiempo antes de poder responder a una burla o una broma pesada de la misma forma o con un buen puñetazo en la mandíbula. Por otra parte, congeniaba perfectamente con aquellos que venían de hogares humildes y logró encontrar compañeros que le guiaron en como debía comportarse y cuando moverse al no ser necesitado y no molestar a sus superiores.

Seguía esperanzado ya que sabia perfectamente porqué estaba ahí y no se iba a echar para atrás. También acabó descubriendo que su Lord comandante, el hombre que había estado supervisando su prueba de iniciación, era muy cercano con sus hombres y comía con ellos en la misma mesa y con los mismos cuencos de madera aún teniendo sangre Landcaster. Eso le animó y empezó a guardar respeto por un apellido que anteriormente no conocía y que ayudaba a los refugiados de Paramos de Poniente, acogiendo a un buen numero de estos en sus tierras y ofreciéndoles sitio para volver a vivir en buenas condiciones.

Mientras el joven recluta montaba guardia en las murallas de la fortaleza no podía evitar fijar su mirada hacia el acantilado donde vivía hasta hace pocas semanas e imaginaba el sendero oculto por los arboles hasta el claro del bosque donde solía encontrarse con Eileen. En la mente del joven, los ojos color zafiro de la muchacha se encontraban con los suyos y casi podía volver a sentir el calor de su piel. Pero no eran más que sueños e ilusiones, y aguardaba impacientemente el día en el que pudiese salir de permiso de la Fortaleza y adentrarse en el bosque para volver a encontrarse con sus seres queridos, aquellos con los que había estado toda su vida.
Sus sueños se mezclaron con el deber, pero rápidamente volvió en si y tras un largo suspiro, siguió andando de un extremo a otro de la muralla portando una antorcha mientras observaba los limites de la fortaleza todo lo que la oscuridad de la noche le permitía.

La horas siguieron pasando y cuando faltaban pocas horas para el amanecer, el relevo de Váyron apareció. Andaba con la cabeza agachada y con los pies nerviosos, cualquiera se preguntaría cómo demonios no se da de bruces contra algo...
El joven recluta pasaba al lado de la muchacha mientras le daba las buenas noches.

-B-b-bu-buenas n-noches...-contestó tímidamente Inara, que inmediatamente se colocó entre dos grandes almenas, vigilando y escondiéndose a la vez. Ante todo esto el confundido Váyron no tuvo más remedio que continuar su camino hasta el catre que le habían concedido y cerrar los ojos para volver a estar debajo de aquella laguna, y deseando abrirlos para encontrarse con una Eileen victoriosa con sus pantalones a modo de trofeo.

Pero al día siguiente todo parecía cambiar bruscamente cuando le ordenaron recoger su equipo y acompañar junto con el resto de la guardia a la nobleza de Landcaster hacia la mansión Montenor. Se había enterado por el camino que se celebraba una cena en honor a los leones por su gran participación en el feudo mientras que el joven recluta limpiaba escudos y afilaba lanzas. La mayoría de la Casa Landcaster acudiría al encuentro, protegida por la guardia Dorada. El comandante Lewyn daba instrucciones a la guardia seguido por el mariscal Lautom. Poco tiempo después aparecieron los consejeros y el mayordomo de la Casa, acompañados por Lady Eliane Talbot. Finalmente, Lord Adkins hizo acto de presencia y puso a todos en marcha con pocas palabras.

Pero esta noche, Váyron sonreía ataviado con una armadura de cota de malla debajo del nuevo y lustroso tabardo pardo con ambos leones dorados rampantes. En su cintura llevaba la vieja espada que había tomado "prestada" del viejo Cáster y el herrero de la fortaleza le habia concedido un escudo de acero con el que protegerse. Cabalgaba a lomos de un buen semental para adentrarse posteriormente en la mansión de los señores de las tierras en las que se había criado, y por primera vez los sueños de grandeza del joven e inexperto recluta se vieron hechos realidad. Sabía que debía mantenerse alerta, ya que el Sol se había escondido entre las montañas y avanzaban a oscuras, iluminados con antorchas por los estrechos senderos en pendiente que conducían hasta la parte mas alta de Elwynn, donde se edificaba un gran edificio con todos los lujos de una casa enriquecida, el hogar de los Montenor. En esta parte del bosque los arboles están retorcidos y mayormente carecen de hojas mientras las arrugadas ramas crean sombras a su alrededor dignas de pesadilla. Y así avanzaron hasta las puertas de la mansión y adentrarse en ella.

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Todo a su alrededor debía de valer el triple que la cabaña donde vivía, las columnas de mármol estaban decoradas con figuras antropomorfas que se retorcían a través de estas. Todas las paredes estaban decoradas por coloridos tapices que mostraban escenas de guerra, cacería, duelos de caballeros y momentos importantes en la historia del reino. Todos subieron las escaleras que conducían hasta el gran salón y se encontraron con una inmensa sala completamente decorada, llena de mesas alargadas de madera repletas de comida y bebida y obviamente, con muchísimos invitados que cenaban, charlaban, reían y bailaban al son de la música que ofrecían los bardos que habían sido contratados para la ocasión. La familia Montenor presidia el lugar en un sitio de honor en el centro del gran salón.

Para su sorpresa, Váyron fue invitado a sentarse en una de las mesas junto con el resto de la guardia, que permanecería al lado de los nobles en todo momento. Y tuvo la oportunidad de degustar manjares a los que jamás podría haber tenido acceso en el pasado; a su vez, conversó libremente con las otras personas que se encontraban cerca suya.
Todo parecía ir sobre ruedas y todos se lo estaban pasando bien cuando el tintineo de una campanita resonó en la sala, pidiendo a los presentes que guardasen silencio. Fue cuando Lady Elisabeth se levantó y empezó a hablar para todos. Fue en un solo momento cuando su propio hijo y heredero se acercó a ella y tras abrazarla, la atravesó fríamente con el mismo cuchillo con el que había cortado ternera en trozos segundos antes.

Todo el mundo se puso en pie alarmado y los gritos de terror inundaron la sala. Lord Adkins se apresuró en mandar a su guardia a proteger a los condes de Montenor, pero no hubo tiempo, ya que reinaba el caos cuando el muchacho se dirigió rápidamente contra su padre y lo acuchillo, dejandole malherido. Los guardias Landcaster consiguieron retener finalmente al muchacho.
-¡Los Montenor han caído! ¡Sacad vuestros aceros, hombres, y haceos con la mansión!-gritó súbitamente un soldado en un rincón del gran salón mientras el y todos los hombres que lo acompañaban empuñaban sus espadas y avanzaban con hostilidad hacia el centro del lugar para acabar de una vez con Lord Rembrand y con todo aquel que se interpusiera. Los leones formaron una linea defensiva con sus armas y escudos para proteger tanto a sus nobles, como a Lord Rembrand, y su hijo, que estaba llorando sin saber qué demonios pasaba, agarrado de las ropas de lady Eliane con desesperación.

Váyron, por su parte, tenia el corazón que se le salia del pecho. Tenia su escudo alzado y su acero preparado para defenderse, pero el miedo de la primera batalla estaba dentro de el mientras que los soldados de una casa noble desconocida atacaron. El primer choque del acero contra su escudo resonó en sus oídos, el segundo golpe hizo que su miedo se convirtiera en rabia, y al tercero contestó con una estocada directa a las costillas del soldado, rompiendo los huesos del desgraciado y acabando con su vida. El joven recluta sintió como la vida de aquel hombre se escapaba a través de su espada y notó la calidez de la sangre salpicada en su brazo. Por unos instantes sintió nauseas y no podía oír nada salvo los oídos de su propio corazón.
Fue el ruido de la lucha y la amenaza de una lanza lo que volvió a despertarlo. No era el momento de pensar, y cuando otro soldado intento atacarle, Váyron interpuso su escudo y rompió el arma con su espada, dejando a su oponente con únicamente un palo de madera. Ahora, era aquel soldado el que tenia miedo en sus ojos y dio unos pasos hacia atrás con dudas. Váyron no intentó perseguirlo; ahora mismo ante el tan solo había un muchacho asustado, al igual que era el. Pero no había nada que hacer, alguno de sus compañeros atravesó el cuello del muchacho de un flechazo que lo hizo atragantarse con su propia sangre. Los demás guardias de la casa Landcaster avanzaron en el combate e hicieron retroceder a los pocos supervivientes hacia las cocinas.

Una parte de la guardia escoltó a Lord Adkins y a los demás nobles, junto con Lord Rembrand y su hijo a sus aposentos, donde se encerraron hasta que todo pasase. Váyron y los demás soldados se quedaron en las puertas de la cocina, manteniendola cerrada para evitar que llegasen más enemigos.

De alguna parte de la mansión, los soldados que habían atentado contra la vida de los Landcasters se habían hecho con un ariete improvisado que ahora utilizaban para intentar derribar el portón. Lareon, el hermano bastardo de Sir Lewyn, decidió buscar otro camino alternativo hasta las cocinas para entretenerlos mientras que el resto de guardias entraba en las cocinas para acabar con el resto de enemigos. El bastardo cumplió su cometido y cuando empezó la pelea, Váyron y los demás entraron en escena de nuevo para someter a los restantes oponentes. La lucha fue rapida pero encarnizada, se utilizaba cualquier cosa que cortase e hiciera daño y la cocina de los Montenor se convirtió en un baño de sangre de los enemigos de los Landcaster. Una vez que fue asegurada la zona, fueron a los aposentos de los condes para escoltarlos hasta las afueras de la mansión. Fue el joven recluta junto con el caballero Boromir los que tuvieron que soportar el peso de lord Rembrand mientras bajaban a toda prisa las escaleras para salir de la zona y evitar más peligros.

La cena honorifica se había convertido en un campo de batalla cuyas intenciones era acabar con toda la casa Montenor para beneficio de los atacantes, que más tarde se averiguaría que fueron miembros de otra casa noble de Elwynn, los Windsmill. Váyron no olvidará tal apellido, puesto que la traición y lo que vio en el gran salón le revolvió las tripas. Habia asesinado a tres hombres, pero sus remordimientos fueron rápidamente desvanecidos cuando se vió a si mismo herido por el corte de una espada Windsmill en su brazo. Habia matado y le habían herido, ahora ya se veía como un verdadero soldado y se sentía más vivo y seguro de sí mismo como nunca antes. Aunque esa noche soñaría con aquel muchacho atemorizado que intentaba huir antes de ser atravesado por una flecha.

Desde entonces, el que fue un joven pastor de Elwynn, no volvió a dudar a la hora de matar.
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Mensaje por Váyron Jue Feb 25, 2016 7:56 pm

3.-El descenso

Váyron contemplaba las hojas de los arboles mecerse lentamente al son del viento. Tenia la cabeza apoyada en el regazo de Eileen, que se mantenía sentada mientras pelaba una manzana con un cuchillo. Cuando le ofreció un trozo al joven recluta, este lo rechazo negando lentamente con la cabeza. La muchacha lo miró con preocupación y después de soltar el cuchillo en la verde y frondosa hierba, acaricio sus cabellos con suavidad.

-¿Sigues pensando en ese chico al que mataron?-preguntó con franqueza Eileen.

-Sí...debería tener mi edad, y murió con un maldito palo de madera entre las manos...tal y como me podría haber pasado a mi.-respondió con remordimientos.

-Pero no te pasó a ti. Y por lo que me has dicho, los Windmills atentaron contra la vida de los condes...actuasteis como se debía hacer. Si no, hoy no estarías aquí conmigo...-una lagrima broto de los ojos azules de Eileen. Váyron se reincorporó para poner sus manos sobre los hombros de esta, preocupado.

-No voy a morir Eileen...tú tenias razón, sirvo para algo más que pastorear cabras.

-Por mi culpa has tenido que coger una espada. Si no me hubieras conocido podrías haber tenido una vida de paz y tranquila.

-Y entonces nunca hubiera sido feliz.-contestó con sinceridad el joven.

Ambos amantes disfrutaban del tiempo libre que disponían. Era la primera vez que ha Váyron se le permitía salir de Fortaleza Sur para encargarse de sus propios asuntos. Pero no tenia previsto dirigirse a la cabaña de Cáster por el momento, sabia que el viejo no se tomaría nada bien que se le tomase "prestada" su antigua espada. El recluta, evidentemente, lo primero que había hecho al encontrarse con Eileen fue narrarle lo sucedido en la mansión Montenor haciéndole jurar que no lo hablaría con nadie. La muchacha por su parte escucho con atención y muchísimo temor todo lo que su amante le decía, en su interior, se culpaba y deseaba no haberle pedido a Váyron que tomase las armas. Ella no se esperaba que el peligro fuera tan inminente y que tuviera que hacer sangrar tan pronto. Pero ya estaba hecho y tenia que hacerse a la idea de ello, ya que Váyron no parecía tener ninguna intención de renunciar.

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Cuando ya fue el anochecer, Eileen estaba rumbo hacia su hogar y Váyron ya casi llegaba a Fortaleza Sur cuando Inara, la joven recluta tartamuda, salia corriendo de la torre cercana a la fortaleza e hizo gestos a Váyron con la mano para que se diera prisa y la acompañara.
El joven se apresuró y corrió detrás de Inara hasta la armería para volver a colocarse el uniforme a toda prisa y de nuevo, correr hacia los establos para tomar un caballo.

No hubo tiempo de explicaciones y galoparon a toda prisa hasta donde se encontraba Lord Adkins y el resto de la guardia Dorada. Entraron en una antigua y tenebrosa cripta que los condujo hasta una sala lúgubre, donde se estaba tomando lugar una sobrenatural pelea entre dos entes. Uno de ellos destacaba por sus largos cuernos y alas de murciélago.

Los hombres de Landcaster hicieron acopio de valor y cargaron contra la bestia. Váyron se estremeció al ver al inmenso demonio, pero no iba a quedarse atrás, y atacó con valentía al ser.
Váyron e Inara fueron despedidos por una onda expansiva del ser, haciendo que chocasen con dureza contra la piedra del lugar y quedasen inconscientes. Sir Axel Darby y Tarja fueron los que cargaron con los reclutas hasta ponerlos a salvo, ya que la cripta empezaba a desmoronarse.
Los soldados pelearon con bravura, y si consiguieron finalmente la victoria, fue debido a un extraño ser sobrenatural que los ayudaba en la pelea contra el demonio.

Cuando el joven recluta abrió los ojos, se encontraba en la cama que le había sido asignada en Fortaleza Sur. Oía perfectamente los gritos, quejidos y pesadillas del mayordomo Amry, que había acompañado a la guardia Dorada en un alarde de valor. Pero en el también estaban los de gritos de ira y odio del demonio, tardaría mucho tiempo en poder controlar las pesadillas venideras...

Pero otro día amanecía e intento ponerse de pie, lo que le fue imposible debido a numerosas heridas ocasionadas en la pelea contra el demonio de Suldabad. Volvió a postrarse en la cama y recordó la pelea. Hasta hace bien poco era un simple pastor, y ahora, aun herido, había peleado y sobrevivido a un combate épico junto a sus camaradas contra un ser sobrenatural. Volvió a cerrar los ojos, satisfecho consigo mismo.
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